Sé lo qué me vais a decir, os tengo un poco abandonados pero últimamente no doy abasto. Fotos y más fotos. Es lo que tiene la época de las comuniones y como corresponsal de la BBC que soy (bodas, bautizos y la c ya sabéis qué es) tengo que estar al pie de la lucha. Pronto llegará la normalidad y tendré más tiempo para dedicaros. Hoy para romper el hielo quiero hacer una breve reflexión sobre una noticia que ha surgido en los medios hace unos días en la que aseguraba que Luca Montezemolo había prometido a Marco Mattiacci, el recién nombrado director de la Gestione Sportiva de Ferrari, los recursos necesarios para que la Scuderia vuelva al primer plano de la competición y luche por los títulos de F1.
Para ser sincero estoy un poco perdido con este tema. Si no fueran suficientes los 400 millones largos que el equipo dedica cada temporada a la F1, ahora quieren invertir más. La política de casi todos en esta competición es encaminar el futuro en busca de la reducción de costos, limitar y fijar un techos presupuestarios ya que hay muchos de los integrantes del gran circo que están al borde de la bancarrota, Ferrari está efectuando grandes inversiones para recuperar el terreno perdido.
Como pasa en otros aspectos de la vida y del deporte, los ricos serán los ricos y a los pobres que le den, pero obtener buenos resultados no siempre se consigue a base de gastar ingentes cantidades de dinero y si no que se lo digan a Toyota, dejando al lado algunos ejemplos futbolísticos para no herir la sensibilidad de nadie. Quién tiene el poder y la cartera llena no quiere que venda un mindundi a darte por sopa a ti que tienes la sartén por el mango. Ellos son meras comparsas en una competición como la F1. Puede que algún año, un integrante del grupo de los de abajo de en la tecla y gane un campeonato pero eso es algo excepcional. En condiciones normales serán los grandes los que consigan el triunfo de ahí que no quieran perder su cuota de poder. La mayoría de equipos “pobres” estaba a favor del techo de costes, pero los grandes, los que forman parte del Grupo de Estrategia están en contra. Si a eso unimos que a este grupo rebelde se une el señor Bernie, el poseedor de los derechos comerciales del deporte e importa poco lo que opine los 12 restantes. Como decía Todt “Son matemáticas. Así que en este caso, ya no hay techo de costes”. Es curioso ver a Lotus dentro de los que no quieren dicho tope, aunque siempre hay gente que sobrevalora su potencial y su cartera.
Una vez que no hay “límite” en la chequera puedes gastar lo que te de la gana, aunque con matices ya que todos tienen firmado un tope de presupuesto, que nadie controla y si se hace siempre hay expertos economistas (ya entenderéis esto al final) que lo arreglan aunque si tengo clara una cosa, como decía un espectacular eslogan de Pirelli “la potencia sin control no sirve de nada”
Si extrapolamos esa idea, de nada te sirve tener a uno de los mejores pilotos del mundos, el túnel de viento mejor calibrado o en breve unas nuevas instalaciones para la GES, la 'Gestione Sportiva', si luego no eres capaz de organizar, gestionar y hacer funcionar al 100% todo ese material con un personal lo suficientemente cualificado para canalizar el esfuerzo en proyectos que sean ganadores. Eso se consigue con medios, pero sobre todo con ingenio. Ningún ordenador, ningún túnel de viento, ningún nuevo y espectacular edificio es capaz de idear un doble difusor, un escape soplado o un compresor del turbo en el lado opuesto al convencional. Todas esas ideas se consiguen con talento, talento y talento en base a un buen material de trabajo, una estabilidad emocional dentro de tu puesto de trabajo. Vivir en una dictadura del miedo, donde un error grave te pone en la calle no es la mejor manera de rendir y hace a las mentes pensantes más conservadoras, que el trabajo está muy malo y no es cuestión que una cagada me dejé sin garbanzos una temporada. Eso está pasando últimamente en Ferrari.
Traer a Fernando a Maranello fue una apuesta mil veces comparada a lo sucedido con Schumacher pero realmente no se parece en nada. El alemán trajo a su gente de confianza (20 personas del equipo Bennetton) y a español se le negó. Con Schumi hubo una estabilidad de cinco años que asentó al personal, con Alonso a sucedido todo lo contrario, la estructura técnica ha ido cambiando constantemente, se ha ido Costa, Domenicali por poner dos ejemplos y así las cosas no cuadran.
La verdad es que no sé si todo esto que está prometiendo el sr Montezemolo es un brindis al sol, una forma de evitar que alguno de sus pilotos se le marche o para acallar las muchas críticas que tiene que estar escuchando últimamente pero es sabido que desde el consejo de administración de Fiat le están empezando a poner la soga alrededor del cuello. Parte de la nueva inversión se destinará en fichajes además de algunos medios estructurales mientras que las empresas asociadas a los proyectos técnicos de Ferrari (Honeywell para el turbo, Magnti Marelli para la electrónica y Shell para combustibles y lubricantes) se involucrarán más si cabe en el diseño y desarrollo de sus respectivas áreas.
Lo malo de toda esta historia es que seguramente desperdiciarán más dinero que antes y tardarán años en obtener resultados aceptables para el volumen de capital que mueven y eso será mucho tiempo para algunos, pero eso será otra historia.
PD: Si queréis saber como
cuadran los equipos su contabilidad para no salirse de los límites presupuestarios
marcados por los equipos, os dejo este buen ejemplo, jeje.
Un matemático, un contable y un economista acuden a una entrevista
de trabajo. El primero en entrar es el matemático, y su entrevistador le pone a
prueba con una pregunta absurda. ¿Cuánto
son dos y dos?, le espeta. El matemático, sin titubear y un tanto
contrariado, le responde de un tirón: ‘Por supuesto que cuatro’.
A continuación entra a la sala
el contable, y el entrevistador le hace la misma pregunta. ¿Cuánto son dos y
dos? ‘De media, son cuatro’, le
contesta el contable. Ya se sabe la obsesión de los contables por cuadrar
balances. El último en entrar a la sala es el economista, quien nada más
escuchar el problema de labios de su interlocutor cierra las puertas y entorna
las ventanas para asegurarse que nadie le pueda oír. ‘¿Cuánto quiere usted que salga?’, le susurra al oído.
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